Trumpoloco

Waldo Acebo Meireles

Nuestro presidente nos recuerda con sus reiteradas y continuas payasadas a aquel payaso de la TV cubana que era personificado por Edwin Fernández y que era conocido como Trompoloco, claro que hay algunas diferencias, la más importante es que Trompoloco era un payaso risueño y que hacía reír, mientras que Trumpoloco nunca, o casi nunca ni tan siquiera sonríe y sus payasadas lo que nos da es deseos de llorar y llorar, y si no pregúntele a los 800 mil empleados que estuvieron 35 días sin cobrar su salario.

Sus últimas payasadas están relacionadas precisamente con la apertura del gobierno, que nunca debió cerrarse por la perreta que a Trumpoloco le provocaba el no conseguir su juguetico: el muro, un juguetico que costaría más, mucho más, de los 5,700 millones que él reclama y que no resolvería el problema de las entradas ilegales de los inmigrantes.

La primera payasada que dijo fue que se sentía orgullosos de reabrir el gobierno y esa si que debe haberle causado risa a todo el mundo ya que lo menos que él puede sentir es orgullo por esta primera derrota frente a un Congreso bajo el control Demócrata.

A continuación lanzó la payasada de que los trabajadores gubernamentales que se quedaron sin paga lo apoyaban y aún más que eso lo alentaban[1] a seguir con su demanda de dinero para construir el muro, lo cual ya no da ninguna risa.

En su perorata insistió en que el muro era efectivo mientras que los medios, que ya sabemos que solo trasmiten “fake news”, mostraban imágenes, tomadas con cámaras infrarrojas, de más de cien inmigrantes cruzando uno de los muros existentes usando simplemente una escalera para pasar sobre un muro de 21 pies de altura. Una escalera de 20 pies cuesta menos de $300, así que pueden sacar la cuenta. Por otra parte construir un túnel, que ha sido durante años una de las vías para pasar drogas a los EE.UU., también ha sido un recurso muy utilizado por los coyotes. 376 inmigrantes, fundamentalmente guatemaltecos, usaron recientemente esta vía para burlarse del muro existente.

Insistió en que el muro de sus anhelos detendría el flujo de drogas hacia territorio norteamericano, desdeñando las cifras que claramente indican que ese flujo se produce mayoritariamente por los cruces regulares y bajo control aduanal y no atravesando desiertos y otras zonas inhóspitas. Es decir que de construirse el muro, que algunos estiman que tendría un costo de más de 20 mil millones, ello no detendría ni en una onza la entrada de drogas, y sin embargo se desperdiciaría un dinero, aumentando la deuda, que podría ser mejor utilizado en las decrépita infraestructura del país.

Pero Trumpoloco se pone frenético cuando alguien se interpone en sus designios y ello me trae a la memoria un cha-cha-cha que decía:

Hoy se cumple 21 días que no me doy un trago

Por ganar una porfía, si no es así yo pago

 

Él es abstemio así que no tiene problema con eso, pero lo 21 días del compromiso correrán irremisiblemente y si no hay acuerdo ¿se volverá a cerrar el gobierno? La salud mental, y no solo mental, de 800 mil trabajadores estatales y sus familias penden de un hilo. Espero que no lleguemos nuevamente a esta situación que no resuelve nada como ya quedó demostrado.

[1] “And not only did you not complain but in many cases, you encouraged me to keep going because you care so much about our country and about its border security.»

Acerca del autor

Waldo Acebo Meireles
(La Habana, 23 de noviembre de 1943 - Hialeah, 23 de abril de 2022). Profesor de Historia, recibió la Orden Félix Varela por sus aportes a la enseñanza de la Historia de Cuba al introducir en la misma la enseñanza de la Historia Local. Es autor del manual para los maestros y profesores de las vías de vinculación de las historias locales a la enseñanza de la historia nacional. Contribuyó a la redacción de los textos de Historia para la enseñanza media. Como asesor del Instituto de Geodesia y Cartografía redactó el Atlas de Historia Antigua y Medieval. Autor de la Historia del Municipio de Arroyo Naranjo. Presidió la Comisión de Historia de la Provincia Habana. Fungió como vicepresidente de la Unión de Historiadores de Cuba. Como profesor invitado del Instituto Pedagógico para América Latina impartió cursos de post-grado y maestría. Hasta su fallecimiento trabajó en la investigación de la historia de Hialeah donde residió desde su llegada a los EE.UU.

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