Se le fue la mano

Waldo Acebo Meireles

Yo era de los pocos, muy pocos, que defendía a Eusebio Leal, dentro del círculo, bastante abigarrado y lleno de pequeñas intrigas de los historiadores en Cuba, él no era una figura grata. Las acusaciones eran múltiples y muchas de ellas con total fundamento: Que si no era un verdadero historiador, que si lo que hacía era tener un grupo de investigadores que le preparaban las largas conferencias que daba, que si las mismas eran aburridas llenas de adjetivaciones y reiterativas, que había obtenido el título de licenciado por la vía ‘light’ del curso de trabajadores, que eso no le daba la formación necesaria, que era un escalador administrativo, etcétera, etcétera.

Ha toda esa retahíla de opiniones yo ponía como coletilla que él había hecho por La Habana lo que ninguno de ellos había hecho, ni tan siquiera intentado. Mis relaciones directas con él fueron pocas, cuando la UNHIC[1] requería un local para una reunión el Cnel. Enrique Buznego, que la presidía en ese momento yo era el vice, me comisionaba a ir a solicitarle un local para alguna reunión de la directiva nacional, a lo cual él siempre accedía sin dilación, en ocasiones facilitaba una meriendita, lo cual había que agradecerle en medio del ‘período especial’.

Esa actitud contrastaba con la que encontrábamos en el Instituto de Historia, en la que Buznego estaba al frente del Dpto. de Historia Militar, pero ello no facilitaba que nos prestasen un mínimo local para una reunión. Esa actitud de Eusebio Leal me ganó mis simpatías. Año después al conocer que la Oficina del Historiador había publicado un CD con música sacra de los siglos XVIII y XIX[2]  con la participación de un grupo que la misma Oficina patrocinaba me dirigí por e-mail a Eusebio y su respuesta fue inmediata: que tenía en CD en sus manos y que mandase a alguien a recogerlo. Es decir que pasaba por alto que yo había abandonado el país y respondía positivamente a mi solicitud.

Todo esto estaba muy bien pero su débil muy ocasional y velada crítica al sistema que había destruido La Habana y el resto del país no eran nada para elogiar y ahora finalmente renegaba de los principios de cubanidad que siempre había enarbolado. El periódico español El País publicaba una entrevista con él, y entre otras cosas dijo:

     “en 1898 España perdió Cuba, pues en vez de otorgarle la soberanía al pueblo cubano, como debió ser, se la cedió a Estados Unidos. Eso nunca debió ocurrir. Se decía: más se perdió en Cuba. Todavía muchos se lamentan por haberla perdido y esa es la causa por la que también la quieren suya… España no debe perder Cuba por segunda vez.“

¿Qué quiere Eusebio ya no tan leal? Regresar bajo el dominio de la corona de los borbones y luego lograr la autonomía, que no la independencia. Lastimoso, muy lastimoso ya que España no cedió nada,  España nunca cedió nada, lo perdió en la lucha contra el mambisado que la tenía derrotada, lo cual facilitó el empuje final de los EE.UU.

¿Qué pasa, los barruntos de la pérdida del patrocinio venezolano están aflorando en la boca de este interlocutor venido a menos ─después de que le  ‘nacionalizaran’ todas sus fuentes de divisas─ en esta búsqueda del patrocinio español?

Realmente esta frase, por no decir el resto de la entrevista ha sido muy penosa y no le echemos la culpa a que la edad ha debilitado su razonamiento, lo que han hecho los años es debilitar aún más su dignidad.

 

[1] Unión de Historiadores de Cuba

[2] Música Sacra en La Habana Colonial. Conjunto de Música Antigua Ars Longa

Acerca del autor

Waldo Acebo Meireles
(La Habana, 23 de noviembre de 1943 - Hialeah, 23 de abril de 2022). Profesor de Historia, recibió la Orden Félix Varela por sus aportes a la enseñanza de la Historia de Cuba al introducir en la misma la enseñanza de la Historia Local. Es autor del manual para los maestros y profesores de las vías de vinculación de las historias locales a la enseñanza de la historia nacional. Contribuyó a la redacción de los textos de Historia para la enseñanza media. Como asesor del Instituto de Geodesia y Cartografía redactó el Atlas de Historia Antigua y Medieval. Autor de la Historia del Municipio de Arroyo Naranjo. Presidió la Comisión de Historia de la Provincia Habana. Fungió como vicepresidente de la Unión de Historiadores de Cuba. Como profesor invitado del Instituto Pedagógico para América Latina impartió cursos de post-grado y maestría. Hasta su fallecimiento trabajó en la investigación de la historia de Hialeah donde residió desde su llegada a los EE.UU.

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