Las reflexiones de otro comandante

Después de largos y profundos análisis el comandante llegó a la conclusión que para poder cumplir con la promesa del heredero inconstitucional al trono de suminístrale un vasito, bien chiquito, de leche a cada cubano era imposible utilizar los caimanes, ya que estos viven en zonas pantanosas y ello podría contaminar la leche, ni tampoco a los avestruces ya que ella patean más fuerte que las reacias vacas cubanas que no se dejan ordeñar. Definitivamente había que cultivar y ordeñar las jutías.

A partir de ese momento la línea de pensamiento del comandante se enmaraño un poco.

El asunto es que en Cuba existen por lo menos siete especies y subespecies de jutías, sin considerar aquellos seres que algunos le llaman: ¡Eres tremenda jutía! Esa especie no podía ser considerada por que tiende a esconderse y no son fáciles de atrapar.

Después de largos estudios, apoyados por sabichosos académicos, se llegó a desestimar cinco especies dado su pequeño tamaño y a que solo se encontraban en algún que otro cayo, cayito o cayuelo de difícil acceso, solo quedaron para continuar el estudio dos especies: la jutía conga y la carabalí.

El comandante se alegró mucho de las conclusiones a las que había llegado el equipo multidisciplinario que había creado, ya que esos nombres no solo tenían una profunda connotación folclórica, y por tanto sería ampliamente aceptado por la población, sino que además tenían una notable coincidencia con sus profundas, y nada ocultas, creencias religiosas.

Finalmente la jutía carabalí fue desechada ya que este animalito gustaba de vivir en los árboles y acostumbraba a colgarse de las ramas usando su cola prensil lo cual haría bastante difícil su ordeño, además era muy arisca y hasta agresiva lo cual no se acomodaba mucho a su apelativo de jutía. Por tanto solo quedó para continuar los estudios y emprender su futuro cultivo: la jutía conga que los científicos se obstinaban en llamar: Capromys pilorides pilorides, lo cual tendía a confundir un tanto al comandante.

Otras ventajas de esta especie estaba en el hecho de que era la más grande, tenía cuatro mamas y era un animalito muy noble, nada agresiva como su prima, y podía ser cultivada en jaulas adecuadas a su tamaño. El hecho de que tuviese cuatro mamás facilitaba el poder utilizar los ordeñadores que empezaban a aburrirse por falta de vacas que ordeñar. Además como el criminal bloqueo imperialista impediría comprar en el exterior maquinas ordeñadoras de jutías, era más sensato usar la mano de obra experimentada que estaba a punto de ser trasladada a la siembra de marabú para hacer carbón.

Después de otro largo y concienzudo estudio en el que participó la Oficina Nacional de Estadísticas se llegó a la conclusión de que para el 2095 cada cubano podría tomarse su vasito, chiquitico, de leche ya que para esa fecha la población, considerando la baja tasa se nacimiento, la cada vez más alta de fallecimiento y la misteriosa desaparición de miles de cubanos cada mes, que luego aparecían en los lugares más inhóspitos del planeta, Cuba tendría alrededor de unos siete millones de habitantes con lo cual se superaría la cifra de cubanos que habían en 1953, bajo la explotación capitalista, lo cual era un triunfo más a destacar.

Esa noche el comandante durmió placenteramente bajo los efectos de algunos tragos de su coñac preferido y con la ayuda del ronroneo de un aire acondicionado, soñaba en que al otro día le daría al pueblo esa grata noticia de que todo estaba resuelto y lo único que se necesitaba era ese creciente fervor revolucionario de la población llena de esperanzas por el futuro luminoso que se les aproximaba.

Acerca del autor

Waldo Acebo Meireles
(La Habana, 23 de noviembre de 1943 - Hialeah, 23 de abril de 2022). Profesor de Historia, recibió la Orden Félix Varela por sus aportes a la enseñanza de la Historia de Cuba al introducir en la misma la enseñanza de la Historia Local. Es autor del manual para los maestros y profesores de las vías de vinculación de las historias locales a la enseñanza de la historia nacional. Contribuyó a la redacción de los textos de Historia para la enseñanza media. Como asesor del Instituto de Geodesia y Cartografía redactó el Atlas de Historia Antigua y Medieval. Autor de la Historia del Municipio de Arroyo Naranjo. Presidió la Comisión de Historia de la Provincia Habana. Fungió como vicepresidente de la Unión de Historiadores de Cuba. Como profesor invitado del Instituto Pedagógico para América Latina impartió cursos de post-grado y maestría. Hasta su fallecimiento trabajó en la investigación de la historia de Hialeah donde residió desde su llegada a los EE.UU.

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