Cada diez años el ‘U.S. Census Bureau’ lleva a cabo un censo de población que en los diferentes decenios mide además otros indicadores socio-económicos, que no siempre son los mismos. Como todo censo el decenal de EE.UU. tiene como objetivo fundamental establecer la población del país lo cual indudablemente es un elemento fundamental en la valoración de las condiciones sociales y el desarrollo económico.
Pero hay un aspecto político que muchos no tienen en cuenta, o no lo perciben con claridad, y es el de que los resultados de los censos en EE.UU. establecen la cantidad de representantes que cada Estado podrá elegir al Congreso norteamericano. Este aspecto es el que determinó que, contradictoria y básicamente en los Estados sureños, se estableciese lo que se le llamó el ‘poll tax’, es decir que los ciudadanos tenían que pagar un impuesto para poder ejercer su derecho de ir a las urnas y votar.
Con ello no solo evitaban que los negros pudiesen votar si no también los sectores más pobres de la población. Otras medidas tomadas para evitar el voto de los más humildes fue el de que había que demostrar que el ciudadano era capaz de leer y escribir, y por cierto que correctamente, sin fallas.
El ‘poll tax’ existió en Florida hasta 1937 año en el cual el Senador Ernest R. «Cap» Graham representante de Hialeah[1], apoyado por el Senador John Beacham de West Palm Beach y el Represente Robert Hodges de Orange County impulsaron la ley que abolió el ‘poll tax’ en la Florida.
En la actualidad se ha desarrollado una forma velada de retomar el ‘poll tax’ y esto ha sido la intención de establecer que los ex-convictos para poder ejercer el voto, lo cual fue aprobado en el referendo del pasado año, deben pagar ciertas multas o compensaciones.
Otra medida compulsiva relacionada con el censo es el intento de la actual administración de que la planilla censal incluya un elemento que indique si la persona es ciudadano, residente legal o no. Con ello se pretende que los indocumentados eviten ser censados, por lo riesgos que ello podría suponer. Grupos a favor de los inmigrantes han hecho campañas en contra de esto y han utilizado como argumento básico que los fondos federales son otorgados sobre la base de la población, y al no ser censados eso afectara los presupuestos de los distritos en cuanto a educación, salud y otros beneficios sociales.
Ello es cierto pero hay un elemento que pasan por alto y es el de la representatividad y el mismo es básico. Por otra parte hay algo que pocos toman en cuenta y es que después de cada censo se produce un rediseño de los límites de los distritos electorales y ello propicia lo que en inglés se llama ‘gerrymandering’ que es la manipulación de los límites de los distritos para beneficiar a un partido o grupo social[2].
Un caso notable de este intencionado redibujo de los límites de los distritos se dio en Carolina del Norte y fue declarado ilegal por la Corte en 2018. El hecho de que aunque la población de ese estado este dividida casi en parte iguales entre demócratas y republicanos no puede explicar cómo los republicanos tiene en su poder diez asientos en el legislatura estatal y los demócratas solo tres.
La explicación de esto la da Jane Mayer en el Capítulo Trece de su libro ‘Dark Money’[3] en la que desentraña con minucioso detalles como los millones inyectados en las elecciones de 2012 en ese Estado por grupos de interés liderados por los multibillonarios hermanos Koch determinaron el redibujo de los distritos electorales.
Los censos en EE.UU. tienen importancia no solo para los demógrafos y especialistas de otras disciplinas sino en especial para los políticos y los intereses de los grupos de poder.
[1] Graham desempeñó un papel fundamental en la lucha contra la corrupción y el gansterismo en Hialeah, fue el padre del Senador de EE.UU. Bob Graham
[2] El ‘gerrimandering master mind’ Thomas Hofeller fue el de la idea de incluir la pregunta sobre nacionalidad ya que sería ventajosa para los republicanos y los blancos no-latinos de acuerdo a documentos encontrados en su computadora después de su muerte el pasado año.
[3] ‘Dark Money’ de Jane Mayer fue seleccionado entre los diez mejores libros de 2016 por el ‘New York Times’
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